3.12. El Instituto Alan Guttmacher
El Alan Guttmacher Institute (AGI, por sus siglas en inglés - Instituto Alan Guttmacher), es una organización independiente exenta de impuestos, con oficinas en Nueva York y Washington D.C. Fue establecido en 1968 para llevar a cabo "investigaciones y análisis de las políticas, así como educación en el área de la salud reproductiva, los derechos reproductivos y la población" (l). Fue precisamente en 1968 cuando el Congreso de Estados Unidos dio los primeros pasos para desarrollar un programa internacional de población.
El AGI fue fundado como una sección de la Planned Parenthood Federation of America (PPFA, por sus siglas en inglés - Federación de Paternidad Planificada de Estados Unidos), la organización más antivida de ese país, filial de la Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF, por sus siglas en inglés), la organización más antivida del mundo. Actualmente el AGI es un "afiliado especial de la PPFA" (3). El AGI recibió ese nombre en "honor" del gineco-obstetra, autor y dirigente en el área de los "derechos reproductivos", Alan Guttmacher. El Dr. Guttmacher fue presidente de la IPPF desde la década de los 60 hasta la primera parte de la década de los 70 y, como presidente de la IPPF, ayudó a fundar el AGI (4).
La "misión" del AGI es "proteger el derecho a decidir con respecto a la reproducción, de todas las mujeres y los hombres a través del mundo" (5). Entre esos mal llamados "derechos", el AGI incluye "el ejercer el derecho a decidir abortar"(6). El AGI ha escogido como prioridad el promover estos "derechos" entre las personas que supuestamente por su edad, el lugar donde viven, su situación económica o debido a la "discriminación religiosa o cultural", se ven "impedidas" de "disfrutar" de ellos (7). Inclusive, el AGI aparece entre los enlaces como organización antivida en el portal "Web Links for Choice" de la organización proabortista Religious Coalition for Reproductive Choice, una coalición falsamente "religiosa" que promueve el aborto.
El presupuesto anual del AGI, a través del cual dicha organización proporciona ayuda al movimiento antivida mundial, es de "alrededor de 7 millones de dólares, provenientes mayormente de fundaciones privadas y contribuciones individuales", suplementados por "el National Institutes of Health (Institutos de Salud de Estados Unidos), y otras agencias gubernamentales" (8). En el año 2000 el AGI recibió del Andrew W. Mellon Foundation $1.5 millones de dólares para asegurar el futuro de dicha organización (9). Fundaciones norteamericanas como la ya mencionada le han proporcionado abundantes fondos a la organización antivida y anticatólica Catholics for a Free Choice (CFFC por sus siglas en inglés, Católicas por el Derecho a Decidir en los países hispanos) (10). La presidenta de esta organización, que tiene siete filiales en Latinoamérica y una en España (11), es Frances Kissling, quien es miembro de la junta directiva del AGI y forma parte de su Comité de recursos y comunicaciones.
Puesto que el AGI trabaja para asegurarse de que los "servicios reproductivos", incluyendo el aborto, están disponibles inclusive para las menores de edad (13), no es de asombrarse que Kissling forme parte de su directiva. CFFC alega que "las restricciones impuestas por instituciones de salud católicas, tienen un impacto devastador en las comunidades locales" (14). Es obvio que la CFFC quiere que los hospitales católicos ofrezcan anticonceptivos, esterilizaciones y abortos. La CFFC y sus organizaciones afiliadas también trabajan a favor de la legalización del aborto.
El AGI provee "datos y análisis" para ejercer su influencia en las políticas gubernamentales (16), lo cual está claro es un "servicio" que proporciona al movimiento antivida a nivel mundial. Inclusive el AGI alega que el proporcionar anticonceptivos "es un cuidado de salud básico" para la mayoría de los norteamericanos y por lo tanto trabaja para que los seguros médicos los ofrezcan (17). Entre sus objetivos para "mejorar las prácticas anticonceptivas", el AGI incluye "promover el desarrollo, la introducción y la adopción de nuevos métodos anticonceptivos y el aborto en las primeras etapas" del embarazo (18). Entre los proyectos del AGI desde 1999 hasta mediados del 2001, está "el asegurar el derecho de la mujer a escoger el aborto" (19). Para ello, "analiza las leyes y las políticas con respecto al aborto, los fondos públicos para éste, las restricciones a los tipos de aborto, y el acceso de las menores al aborto".
Según parece, el AGI está consciente de la fuerte conexión entre la "educación" sexual hedonista en las escuelas y una exitosa promoción de la anticoncepción y el aborto, pues está involucrado en el área de la "educación" sexual en las escuelas públicas de Estados Unidos, para que éstas incluyan en sus programas información sobre los anticonceptivos y dónde obtenerlos (21). El AGI quiere "poner a la disposición de los jóvenes, servicios especiales gratuitos o no, de planificación familiar", cuyas "iniciativas" afirma, "ya se han puesto en práctica en países como Brasil y Colombia" (22). El AGI también quiere que "los adolescentes mismos" participen en la promoción de estos programas. Es decir, que los propios jóvenes y adolescentes sean los que promuevan y entreguen los anticonceptivos y abortivos. EL AGI cita el "éxito que ha tenido el programa CORA de México", como un ejemplo de lo que se puede hacer en esta área.
Quizás el motivo por el cual el AGI está tan involucrado en promover la anticoncepción y el aborto, prioritariamente en los países del tercer mundo, es el hecho de que considera que "por cada dólar que se gasta en sufragar la práctica del aborto, no habrá que gastar cuatro dólares de los fondos públicos" para ayudar a las personas de bajos ingresos (24). Ello parece demostrar que el AGI no está interesado en ayudar a que los pobres eliminen la pobreza, sino en eliminar la pobreza eliminando a los pobres.
El congreso antivida que se está celebrando en Cuernavaca, México, del 12 al 14 de noviembre del 2001, está siendo patrocinado por el Alan Guttmacher Institute, el Population Council y otras organizaciones y entidades antivida, como la filial de la IPPF en Estados Unidos. Lamentablemente, tiene el apoyo del gobierno mexicano y hasta de asociaciones de médicos de ese país. Opinamos que es un esfuerzo programado del movimiento antivida, que posiblemente ayude a cambiar las leyes con respecto al aborto no sólo en México, sino a través de toda Latinoamérica.