1.8. La mentalidad antivida genera coacción y violencia

La mentalidad antivida genera una mentalidad de coacción y violencia. El caso más paradigmático de esta tendencia es la política de esterilizaciones, abortos e infanticidios forzosos de la China, que constituye el resultado concreto del abandono de la ética de la dignidad de la vida humana, por el de la "calidad" de la vida humana...de unos pocos, se entiende.
La mentalidad antivida contemporánea tuvo sus comienzos a finales del siglo XVIII, en la teoría del Rev. Thomas Maltus, quien afirmaba que la población mundial crecía más rápidamente que los recursos de la tierra. Los neomaltusianos resucitaron las erróneas ideas de su predecesor y han promovido ferozmente el control de la "superpoblación" como una necesidad imperiosa para combatir la miseria humana. Sin embargo, detrás de la fachada "humanitaria" de muchos neomaltusianos, se esconde una mentalidad racista y violenta.
Garrett Hardin, profesor retirado de biología de la Universidad de California, es un adepto del maltusianismo y uno de los más influyentes teóricos del control de la población de los últimos 30 años. Su ensayo más famoso "The Tragedy of the Commons" ("La tragedia de los comunes"), publicado en 1968 en la revista Science y reimpreso 87 veces, ha sido citado por los más vociferantes propulsores del control demográfico, como por ejemplo, Paul Ehrlich, autor del conocido e influyente libro The Population Bomb ("La bomba de la población"). Además de esto, Hardin ha sido entrevistado por la prestigiosa revista científica Omni y también por la revista The Atlantic Monthly.
Hardin propone acabar con la inmigración, así como promover la anticoncepción, el aborto, y aun el infanticidio para detener el crecimiento de la población. Para Hardin "el feto es de tan poco valor, que no hay razón para preocuparse por él en una sociedad donde la superpoblación es un problema". Ante la pregunta de si él apoya el infanticidio como forma de controlar la población, responde afirmativamente. Y luego añade: "Mirando a la historia con una actitud abierta, usted se da cuenta de que el infanticidio se ha usado con efectividad para el control de la población".
Según Hardin, no se trata de un problema de alimentos v. población, como pensaba Maltus, ya que es innegable que hoy en día se producen más alimentos que lo que crece la población. Se trata más bien de evitar el "caos social", que se supone que la "superpoblación" cause en los países menos desarrollados. De ahí que la "solución" que él propone sea la de descontinuar la ayuda humanitaria a estos países, al mismo tiempo que se controla su población.
Hardin se queja de aquéllos que aceptan la "hipótesis de la supervivencia del niño", y envían medicinas a las zonas de pocos recursos para reducir la mortalidad infantil. "¿Por qué continuamos practicando la teoría de la hipótesis del niño?", pregunta. Y a continuación él mismo responde: "Porque tenemos un corazón tierno. Nos sentiríamos muy mal si no les informáramos a otros sobre las distintas formas de prevenir la mortalidad infantil". Hardin niega rotundamente que los países ricos, como los EE.UU., tengan obligación alguna de ayudar a aquéllos en vías de desarrollo. Y propone "dejar que cada país produzca tantos bebés como el gobierno decida que sea apropiado." De esta forma los recursos con que cuentan esos países serán suficientes para sus propios habitantes.
Siguiendo su propia lógica, Hardin apoya el programa del gobierno chino de un solo hijo por familia, así como de abortos, esterilizaciones e infanticidios forzosos para lograrlo. Lo único que le molesta del infame programa chino, del cual las bebés son las víctimas más frecuentes, es que "no sea universal a través de todo el país".
En un artículo publicado en 1970 en la revista California Medicine, el Dr. Malcom Watts observa que la ética tradicional occidental del valor intrínseco de toda vida humana está siendo sustituida hoy en día por la ética del "valor relativo" de la vida humana. Los factores responsables de esta transformación, señala este médico, son los fenómenos de la "superpoblación", la "disparidad ecológica" y la influencia que éstos tienen en la reciente mentalidad de "la calidad de la vida". El Dr. Watts añade que hoy se está considerando "hasta qué punto esta responsabilidad [por la calidad de la vida humana], se tiene que ejercer partiendo de una base obligatoria o voluntaria".
Así vemos cómo el mito de la "superpoblación" y de la "disparidad ecológica", así como la mentalidad de la "calidad" o "relatividad" de la vida humana están profundamente vinculados, y todos ellos desembocan en la coacción y la violencia para eliminar, por medio de un control antivida de la población, aquellas vidas humanas que se supone carecen de "calidad suficiente" y cuya mera existencia constituye una "amenaza" para el medio ambiente y también, digámoslo honestamente, para aquellos poderosos que consideran que su propia vida es de "más alta calidad".
Por supuesto que Hardin y Ehrlich no son los únicos que proponen el control forzoso de la población por parte de los gobiernos. El propio gobierno de los EE.UU., a través de su Consejo Nacional de Seguridad (NSC), preparó secretamente un documento en 1974, desclasificado en 1990, en el cual afirma: "El compromiso con la estabilización de la población solamente tendrá lugar cuando los líderes de los países menos desarrollados vean claramente el impacto negativo del crecimiento sin restricción de la población y crean que es posible lidiar con este asunto a través de una acción gubernamental". Y luego añade: "Es importante evitar, tanto en el estilo como en la sustancia, la apariencia de coacción...los programas obligatorios pueden ser necesarios y debemos considerar esas posibilidades ahora". Luego, en 1976, el NSC afirmó: "En algunos casos, una fuerte directriz ha involucrado incentivos como el pagarles a los que aceptan la esterilización, o desincentivos como el darle poca prioridad a la distribución de viviendas y centros docentes entre aquéllos con familias más grandes. Tal directriz es el sine qua non de un programa efectivo".
Estas medidas, y aun otras más drásticas e infames, se utilizan ahora en la China para "convencer" a las mujeres de que sólo tengan un hijo o de que aborten el que llevan en sus entrañas. Se han dado casos de tortura (física y/o psicológica), destrucción de viviendas, encarcelamiento, retiro de salarios y suspensión de los servicios de agua y electricidad, a los matrimonios y a las mujeres que se resisten a esta sanguinaria política.
Y pensar que los proponentes de la "libre elección" (al aborto, etc.) y de la "liberación" de la mujer, se encaminan alegremente hacia Pekín para celebrar la Cuarta Cumbre Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, el próximo mes de septiembre. No les importa la horrorosa violación de derechos humanos del país anfitrión, ni el hecho de que el Fondo de Población de las Naciones Unidas recibe millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos para ayudar al gobierno chino a llevar a cabo su política de coacción y violencia, política que nació no en la mente de un depravado guardia nazi de un campo de concentración, sino en la de distinguidos científicos y burócratas, propulsores de la teoría de Maltus y de la ética de la "calidad" de vida...de la de ellos, por supuesto.

NOTA: Este artículo fue publicado en Escoge la Vida de julio-agosto de 1995. Adolfo Castañeda es Coordinador Auxiliar para Latinoamérica y Director de Programas Educativos de Vida Humana Internacional. Fue Profesor de Teología Moral del Seminario Mayor en Boynton Beach, Florida, U.S.A.
Fuentes: Brian Clowes, Ph.D., Pro-Life Activist's Encyclopedia, 50.1-50.13; Dr. James Dobson, y Gary L. Bauer, Children at Risk (Dallas\London\Vancouver\Melbourne: Word Publishing, 1990), 27-28; Cathy Spencer, "Interview: Garrett Hardin", Omni (junio, 1992): 55-63; Garret Hardin, "The Tragedy of the Commons", Science 162 (1968): 1243-1248; Harold Hayes, "A Conversation with Garret Hardin", The Atlantic Monthly (mayo, 1981): 60-70; Dr. Malcom S. M. Watts, "A New Ethic for Medicine and Society", California Medicine 113 (septiembre, 1970): 67-68.

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